viernes, diciembre 14, 2007

AMLO y el PRD


¿Tendrá Nueva Izquierda tiempo hasta marzo?
Jorge Fernández Menéndez
Razones

Nadie rompe pero todos se pegan hasta con la cubeta en el PRD y con (y entre) sus aliados. Las cosas que los lopezobradoristas han dicho de Nueva Izquierda han sido dolosas, insultantes. Lo que opinan, los dirigentes de Nueva Izquierda y de otros grupos hoy alejados del lopezobradorismo, no es más suave. No deja de resultar paradójico que los dos abanderados de la ofensiva contra la mayoría legislativa del perredismo sean dos personajes como Gerardo Fernández Noroña (quien sería interesante que alguna vez nos contara cómo arregló sus deudas bancarias cuando era dirigente de una de las vertientes de El Barzón), un personaje impresentable, y Porfirio MuñozLedo, un hombre que ha puesto su brillantez al servicio de las más diversas causas: desde Luis Echeverría hasta López Obrador, desde Cuauhtémoc Cárdenas hasta Vicente Fox, pero siempre ha terminado apostando sólo por una persona: por sí mismo. Pero la conjunción de Fernández Noroña y Muñoz Ledo demuestra claramente qué propone López Obrador y lo que está realmente en disputa.

Muchas veces hemos dicho aquí que López Obrador no es un hombre de izquierda. Por el contrario, es un personaje profundamente conservador (incluso en aspectos sociales básicos para un discurso medianamente progresista), con un concepto populista cuya esencia se materializa en algo simple, un regreso al pasado priista, sin los estorbos, esta vez, de oposiciones molestas. Por eso, a su alrededor sólo puede haber incondicionales, desde cineastas en decadencia que dejan que el líder les censure sus películas, hasta políticos que perdieron sus sucesivos carros de la historia y tratan de treparse al que aún circula, acompañados por una izquierda radical que, en el terreno político, de otra manera, seguiría siendo absolutamente marginal. Eso es lo que hace fuerte a López Obrador entre los suyos: ninguno de ellos por sí mismo tiene peso político: Muñoz Ledo ha recorrido todo el espectro político nacional (y no es una exageración: ha sido candidato del PRI, del PARM, del FDN, del PRD, funcionario de Fox durante cinco años, ahora quiere una candidatura para 2009 en Convergencia y/o el PT, al tiempo que trabaja para un Senado al que descalifica); Manuel Camacho, otro político talentoso, pero que luchó hasta el fin para ser el destapado de Salinas y, cuando no lo logró y se presentó como candidato, no obtuvo ni siquiera 1.5% de los votos; Marcelo Ebrard, un gobernante capitalino capaz, pero absolutamente dependiente en términos de unas corrientes que no le tienen confianza; Leonel Cota Montaño, el más oscuro presidente de toda la historia del PRD, cuya influencia depende exclusivamente del respaldo que le otorgue López. Y una larga serie de personajes que, por separado, no dicen nada políticamente. Todos giran en torno a López y eso es lo que éste quiere. No admite ni críticas ni titubeos.

Por otra parte, en el verdadero perredismo temen que la ruptura con López Obrador sea demasiado costosa, al menos mientras no obtengan la dirección del partido. Sobre todo en Nueva Izquierda, la situación debe ser muy compleja: se trata de la corriente más fuerte del PRD, que tiene la mayoría de las direcciones estatales y un fuerte contingente legislativo. Haciendo política son los más talentosos y quienes mejores acuerdos pueden alcanzar con las otras fuerzas políticas. Poseen fuerte influencia en varios gobernadores, aunque Ebrard sea su más declarado adversario (pero controlan la Asamblea Legislativa del DF y varias delegaciones capitalinas) y existan diferencias insalvables con Amalia García (la de Amalia es, también, una terrible paradoja: una de las mejores figuras del perredismo, injustamente despreciada e insultada por el lopezobradorismo, enfrentada con su antecesor, Ricardo Monreal, uno de los más importantes hombres de esa corriente, pero que, por diferencias añejas con Jesús Ortega, apoyará al candidato de López Obrador en el partido, un Alejandro Encinas que ya nada tiene que ver con aquel hombre de izquierda que se forjó en el PC). Jesús Ortega está en condiciones de alcanzar en esta ocasión la presidencia del PRD. Sin embargo, tendrán, él y su corriente, que tomar decisiones: esta es la cuarta o quinta vez que le cierran el camino a Ortega. Si se vuelve a disciplinar, si las presiones del lopezobradorismo doblan a Nueva Izquierda y a sus aliados, sencillamente los destrozarán políticamente. Si aceptan un acuerdo en el cual vuelvan a disminuir conscientemente su fuerza y sus posibilidades, en pos de un liderazgo que los desprecia, simplemente dejarán de ser operativos: van a perder dentro y fuera del PRD.

Esa es su verdadera disyuntiva: quizás hasta marzo puedan jugar con diferentes cartas, pero deben tomar una decisión y rápido. Han participado en la negociación de la reforma del ISSSTE, en la reforma hacendaria, en la política electoral y ahora en la de justicia y seguridad. Todas esas reformas han sido rechazadas en forma sistemática por López Obrador, quien simplemente considera que ninguna ley que provenga de un gobierno al que considera ilegítimo es válida. Nueva Izquierda y sus principales militantes en el Congreso, donde cuentan con posiciones privilegiadas, saben que participando en esos procesos ganan para ellos y su partido mucho más que aislados y en una oposición cerrada. Lo comprobaron también electoralmente: los únicos comicios en los que no participó López fueron los de Michoacán, con un candidato impulsado por Nueva Izquierda y respaldado por Cuauhtémoc y Lázaro Cárdenas. Y resultó la única elección que ganaron. A diferencia de lo que pregona Camacho, el PRD gana sin López Obrador. Éste no le suma al PRD, le resta, según se demostró en todo 2007. Porque, además, su corazón está con el priismo restaurado, no con la izquierda.

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